Mientras el viento arrastraba lejos hojas que se llevaban los últimos vestigios del verano, corazones de colores de un arco iris anticiparon la noche y salió el sol de la bandera nacional que portaba con orgullo Agatha Ruiz de la Prada.
La Marquesa de Castelldosrius y Baronesa de Santa Pau no necesita de muchas palabras; la libertad de las formas y la paleta de su pincelada hablan por ella. Libertades de una experta que, entre rayas, corazones y estrellas, conquistó al público de Montevideo que la rodeó: por momentos, de amor agobiante, o de tímidos ¡te quiero!.
Nacida en una familia de raíces aristocráticas por parte de madre y padre, de muy joven se formó en diseño en la Escuela de Artes y Técnica de la Moda de Barcelona.
A los 20 años trabajó para el diseñador Pepe Rubio y, luego de participar en un desfile colectivo en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, al año instala su propio atelier.
Mi diseño es conceptual. Si eliminamos todo lo superfluo llegamos a la conclusión de que la moda ha de ser cómoda: cómoda para el cuerpo y para la mente, cómoda para quien la lleve y la mire, y cómoda de fabricar y destruir
En el 2017 recibe el Premio Nacional de Diseño de Moda del Ministerio de Educación español. «En reconocimiento a sus más de 30 años de trayectoria y por su capacidad de vincular su trabajo en moda con otras manifestaciones de las artes».
«Siempre he tenido claro que quería que mis diseños llegasen e hicieran feliz a cuanta más gente posible, que estuvieran en todas las cosas»,
Los colores y los diseños de Agatha, que ella considera “ropa feliz”, están presentes en más de 150 países con un centenar de licencias que van desde todo lo imaginado para el hogar, a los accesorios para mascotas, pasando por la papelería, el mobiliario y hasta los revestimientos cerámicos.
Asimismo cuenta con tiendas propias en Madrid, París, Oporto, Lima y Bogotá.
Sólo nos queda desear que su ¨ropa feliz¨ aterrice en Montevideo muy pronto.-