Aquello de blanca y radiante va la novia no era la regla durante la mayor parte de la historia de la cultura occidental. Algunas en la Antigua Roma irían radiantes, pero cubiertas de largos velos amarillos, el último grito de las novias elegantes.
Edad media: colores de primavera
En la Edad Media el vestido podría ser de cualquier color, pero era prácticamente un estreno: se comenzaba a usar en mayo, junto con el baño anual, por lo que las bodas, generalmente celebradas en junio o julio, encontraban a la novia en lo que, para la época, era estar limpia y radiante.
Los colores preferidos para las damas que podían permitírselo eran los verdes claros, los rosas, los azules pálidos, colores que aludían al florecimiento de la primavera, y por lo tanto, se convertían en símbolo de la fertilidad del matrimonio. El blanco, como en la tradición japonesa, era un color de luto reservado a las mujeres de la nobleza, y no se consideraba adecuado para un traje nupcial.
Renacimiento: Lujo y colores profundos
El Renacimiento puso de moda los tonos más profundos del rojo, que en telas lujosas hacían de marco perfecto para resaltar los bordados con joyas y la delicadeza de los rasgos de las novias, que ese día lucían peinados adornados con cintas y piedras, además de aros, anillos y collares valiosos.
A partir del S.XVI el blanco de los cuellos y los puños se convirtió en una señal de prosperidad, porque sólo era posible mantenerlos impecables mediante el cambio frecuente y sobre todo, por no dedicarse a tareas manuales, donde pudieran ensuciarse o engancharse los finísimos encajes que componían las gorgueras y los largos puños que asomaban bajo las prendas de terciopelo.
Entonces el negro, o el azul profundo eran también lujos reservados a los más privilegiados, porque eran tonos puros costosos de lograr, al contrario de los castaños o los grises, que eran los de las telas más ordinarias.
El siglo siguiente trajo de China sedas y la moda de los tonos pasteles, los diseños más sutiles y un cambio radical en el gusto: quedaron demodé los tonos oscuros y copiando al estilo de la corte francesa, toda Europa adoptó los celestes cielos, los suaves rosas, los marfiles. Apenas la Revolución Francesa impuso un cambio de formas en el vestuario y la consagración de las delicadas túnicas de muselina para las damas por un cuarto de siglo: la restauración conservadora de Napoleón III iba a poner de moda nuevamente los corsés, los hombros descubiertos y sobre todo, las faldas enormes, armadas por crinolinas. Las novias muchas veces se casaban de negro, porque era habitual pasar de un luto a otro en una época de alta mortalidad y de códigos estrictos de vestimenta, o en el mejor de los casos, usaban un vestido con el color de moda esa temporada.
Época victoriana: el gran cambio
En 1840, una reina inglesa impuso un matrimonio por amor sobre los intereses de estado, rompiendo la antigua tradición de las alianzas políticas selladas por casamientos estratégicamente diseñados. Victoria eligió como cónyuge a Alberto, príncipe y alemán, pero de una rama secundaria y relativamente pobre. Aunque el largo reinado de Victoria se conoce como una era especialmente respetuosa de las tradiciones, es también una época de enormes cambios, entre ellos los tecnológicos, por ejemplo, algo fundamental para entender el arte moderno, la aparición de la fotografía y el desarrollo de nuevas formas de reproducción de las imágenes. La imagen de la joven reina vestida de novia recorrió rápidamente el mundo, mostrando en pinturas, grabados y fotografías su vestido de seda, enteramente blanco y su cabeza sin corona ni tiara, sino simplemente adornada con un tocado de delicadas flores. Sola o en medio de la ceremonia, el blanco de su vestido y su cabeza inclinada modestamente frente al apuesto príncipe consorte, Victoria se volvió un ícono romántico, que pronto copiaron las novias de la nobleza, multiplicando la imagen de la novia de blanco y llegando a las mujeres de todo el mundo y de todas las clases, que desde entonces, soñaron con ser esa novia “blanca y radiante», camino al altar.