Pisabamos Noviembre y empezabamos a avizorar el final del año, la proximidad de las fiestas. Parecía mentira que ya estuviéramos pisando la cola de un año tan extraño y complejo.
Lo qué más escuchaba en la calle, en el entorno, eran comentarios apesadumbrados sobre las dificultades que nos tocó enfrentar en este 2020.- Todas ciertas, es innegable. Acá, y en todo el planeta, nos enfrentamos con diferentes batallas, personales y colectivas, al nivel que a cada uno le tocara. Sin embargo, a pesar de todo eso, en mi corazón, yo sentía que tenía mucho para agradecer, y por lo tanto, mucho para festejar.
No serán las fiestas a las que muchos estamos acostumbrados. Ni habrá grandes mesas con enormes despliegues. Tampoco seremos todos los que solíamos ser. Pero tal vez, y sólo tal vez, de eso se trataba todo este año. De comprender. De mirar diferente. De valorar y re-valorizar otras cosas. Las más obvias, o las más simples. Cada uno las verá como quiera. Lo que es un hecho, que el año que se va, nos puso el freno de mano, nos bajó tres cambios, y nos aterrizó de un plumazo.
En mayor o menor grado, todos hemos hecho una especie de “insight” replanteándonos la vida misma. Los vínculos. Las prioridades. Y hemos llegado hasta aquí. Más o menos enteros, pero de pie. Nos acostumbramos a abrazarnos con la mirada, comunicarnos por video llamada, cantar y bailar en balcones o en línea. Volvimos a la comida casera, a las plantas y los jardines, a los juegos de caja, las casitas en cajas de cartón, y así también re-descubrimos la magia que tiñó nuestras infancias.
Cuando se me planteó armar la ambientación de Navidad para un local, cuya propietaria además es alguien a quien quiero mucho, estuvimos de acuerdo en que, justamente por todo lo sucedido, este año más que nunca, teníamos que hacer algo especial con el local.
Así nació un concepto que pretende elevarse como un mensaje compartido para todos. Uno en el que ambas estábamos más que de acuerdo y queríamos transmitir.
Sobre el verde del árbol, los adornos y toda la deco serían todos en blanco. Se me ocurrió que en todo esto de reformular cosas, de volver a los orígenes que todos hicimos, podía retomar algunas artes que practicaba cuando empecé, hace más de 20 años ya, con el Diseño.
Así que decidí que todos los adornos serían hechos a mano, uno por uno. Todos en blanco. Lo simple, lo puro, lo más elemental. También la referencia de que la luz (blanca) ya contiene en si los 7 colores del arcoíris.
La elección de los motivos pasó en parte por el uso de diferentes técnicas. Una parte se hizo de yeso. Volver a mezclar, a jugar con los moldes, las formas. Pulir a mano. Otra parte se compone de técnicas simples de plegado y corte de papel y finalmente, algo de textil con abalorios.
Cada adorno tiene un significado. Cada uno escogido con un propósito y un mensaje en sí mismo.
Flores que nos recuerdan la belleza que nos rodea, aun en medio del caos. Estrellas que representan nuestras ilusiones, las que nunca se apagan. Elegí unos unicornios que me recordaron que debemos volver a creer en la magia. Y por supuesto, ángeles. Los que nos cuidan y nos han acompañado en cada tramo del camino. Sumé unos lazos blancos. En cada uno representamos los abrazos. Los que pudimos dar, y los que nos quedaron pendientes, pero que son el afecto que nos une. Siempre, sin importar distancias ni contrariedades.
Finalmente, las velas. El fuego. El calor. Lo que nos enciende y nos mantiene vivos y con el alma caliente.
En un año especial como pocos, con mucho para agradecer y valorar, esperamos poder contagiar un poco de la gratitud que nos embarga al pasar raya a este 2020. Transmitir la esperanza y contagiar la alegría que no nos permitimos perder. Ojalá y todos puedan hacerse eco de este mensaje, y al dar la medianoche, alcemos nuestras copas y renovemos la esperanza y las apuestas.
FELIZ NAVIDAD!