“Viste cuan fino permita tu bolsa,
mas no estrafalario; elegante, no chillón
pues el traje suele revelar al hombre,
y los franceses de rango y calidad
son de suma distinción a este respecto”Y sobre todo se fiel a ti mismo,
pues de ello se sigue, como el día a la noche,
que no podrás ser falso con nadie”.
Adiós. Mi bendición madure esto en ti”
En la escena VIII del acto primero de Hamlet, Polonio advierte sobre varios aspectos de la vida a su hijo Laertes, quien está a punto de partir de viaje a Francia. En estos versos, el sumiller de corps de Hamlet intenta guiarle por el camino de la rectitud, la honestidad y la nobleza de espíritu. Entre ellos, se destacan aquellos dedicados a la apariencia personal y la presencia.
Pero ¿qué tiene para decirnos Shakespeare acerca de la imagen individual que sea válido aún cinco siglos después?.
¿Acaso existen principios que podríamos considerar leyes atemporales y universales que rigen nuestra presencia en los distintos ámbitos en los que nos movemos?.
En primer lugar, se debe dejar en claro que imagen es percepción. Cada persona emite una serie de estímulos verbales (la palabra oral o escrita) y no verbales (postura, ademanes, vestimenta, pulcritud, etc.) que son codificados por el cerebro de su interlocutor, causando en éste una sensación o impresión. Es así como el público se forma una “idea” o “imagen” de una persona. Sin embargo, ésta no necesariamente coincide con la realidad y de ahí la importancia de que cada persona se erija en gestor de su propia imagen. Es precisamente en este tema donde Shakespeare plasma una serie de enseñanzas de carácter universal que podemos resumir en cinco puntos.
Poseer un guardarropa útil y versátil sin incurrir en sobrecostos
Para proyectar una imagen externa coherente con nuestra personalidad es deseable tener un guardarropa que cumpla con los siguientes atributos:
Efectivo
Las prendas deben estar adecuadas a nuestro estilo personal y de vida. Es decir, sirva a nuestros objetivos laborales, personales y sociales de forma que nos represente de la forma más cabal posible.
Eficiente
se debe contemplar la adquisición de prendas más como una inversión que como un gasto corriente, en el sentido de adquirir piezas de calidad que puedan ser utilizadas o “amortizadas” durante varias temporadas, manteniendo su vigencia y calidad. Esto se aplica especialmente a trajes, abrigos, zapatos, bolsos de buena calidad que bien cuidados pueden durar años. Shakespeare también aconseja una práctica financieramente saludable, no endeudarse sino que limitarse a comprar lo mejor que con recursos propios se puede alcanzar: “tan fino como permita tu bolsa”.
Versátil
Que se adapte a las distintas circunstancias en las que la persona se desenvuelve con mínimos cambios. Por ejemplo, un vestido negro que sirva para la transición del día a la noche con un simple cambio de accesorios.
La ropa de negocios debe proyectar autoridad
La elegancia sobria proyecta autoridad en el ámbito laboral, se sugiere ser “no estrafalario/elegante, no chillón”. En este verso, Polonio recomienda que nuestro interlocutor no desvíe su atención hacia las prendas (o falta de ellas) en lugar de concentrarse en lo que uno tiene para decirle. Es por este motivo que escotes profundos, faldas cortas, accesorios llamativos, brillos, perfumes muy penetrantes, etc. deben evitarse en este ámbito.
Nuestras prendas comunican
El estilo en el vestir es la forma como nos presentamos ante el mundo, “pues el traje suele revelar al hombre”. Esta frase bien podría traducirse como “el traje hace al hombre” y en nuestras épocas, afortunadamente, también a la mujer. Estudios recientes (el más conocido es el de las túnicas de laboratorio) arrojaron evidencia en este sentido. Las prendas adecuadas nos condicionan psicológicamente haciéndonos sentir más poderosos, con lo cual nuestro desempeño cognitivo mejora, ganando auto confianza y proyectando al exterior nuestras habilidades.
Vístete de acuerdo a tu audiencia y ocasión
En el ámbito laboral es importante vestirse de acuerdo a las circunstancias particulares en las que tenemos que desenvolvernos,” y los franceses de rango y calidad/ son de suma distinción a este respecto” Si, por ejemplo, trabajamos en un ambiente cuyo código de vestuario es casual, en caso de negociar un trato con un cliente, el vestuario deberá ajustarse para proyectar más autoridad y confianza. En este caso, se cambia el conjunto sport tradicional por un traje oscuro y corbata o un tailleur en caso de las señoras. En definitiva, es adaptar el estilo haciendo los ajustes pertinentes sin renunciar a nuestra esencia.
Sé fiel a ti mismo
Finalmente y, por sobre todas las cosas, se reduce a proyectar externamente la verdadera esencia de la persona de tal forma que actúe sistemáticamente con coherencia, fiel a su escala de valores y, así, construir una reputación sólida que la preceda: “pues de ello se sigue, como el día a la noche/que no podrás ser falso con nadie”.
Hamlet, de Eugene Delacroix. Fuente: Wikipedia